A veces,
mi egoísmo
me llena de maldad
Y te odio casi
hasta hacerme daño
a mí mismo:
son los celos, la envidia,
el asco
al hombre, mi semejante
aborrecible, como yo
corrompido y sin
remedio,
mi querido
hermano y parigual en la
desgracia.
A veces –o mejor dicho:
casi nunca-,
te odio tanto que te veo
distinta.
Ni en corazón ni en alma
te pareces
a la que amaba sólo
hace un instante,
y hasta tu cuerpo cambia
y es más bello
-quizá por imposible
y por lejano-.
Pero el odio también me
modifica
a mí mismo,
y cuando quiero darme
cuenta
soy otro
que no odia, que ama
a esa deconocida cuyo
nombre es el tuyo,
que lleva tu apellido,
y tiene,
igual que tú,
el cabello largo.
Cuando sonríes,
yo te reconozco,
identifico tu perfil
primero,
y vuelvo a verte,
al fin,
tal como eras, como
sigues
siendo,
como serás ya siempre,
mientras te ame.
Este es un poema de Ángel González, uno de los grandes poetas españoles, fallecido un frío día de enero de hace nueve años. Nació en Oviedo y murió en Madrid que fue donde vivió durante muchos años de su vida. Perteneció a la Generación de los 50. Tuvo una vida marcada por la Guerra Civil y por pertenencia al bando perdedor. Con 18 años, en una convalecencia de la tuberculosis, comenzó a leer poesía y es ahí donde se aficionó a la literatura. Tuvo mucha relación con otros poetas de su época como José Agustín Goytisolo o Jaime Gil de Biedma. En 1991 ganó el premio Príncipe de Asturias de las Letras. Sus poemas son una mezcla de momentos íntimos, ironía y denuncia social. Son muchos los poemarios publicados por Ángel González, y hay varias antologías de su obra.
Goizalde Landabaso.